Abbey Lara aún se acuerda de cómo recolectaba el algodón de niña y sentía las raspaduras de las plantas mientras las metía en un saco de estopa.
Su abuela Abigail, por la que le habían puesto el nombre, vivía en una plantación cerca de Mexicali en el norte de México. Mamá Gai, como le decían (abreviatura de Mamá Abigail) pagaba la renta cultivando campos de algodón y trigo. Cuando Abbey, su hermana y sus padres iban de visita también trabajaban.
“¿Trabajo infantil? ¡Claro! Eso es lo que hacen las familias mexicanas cuando son pobres,” dijo.
Los dos padres de Lara procedían de la pobreza extrema.
Su padre, José, era uno de 16 hermanos que crecieron en un pueblo pequeño del centro de México llamado El Espejo. Nunca terminó kindergarten y vino a los E.E.U.U. más tarde a trabajar como cosechador de manzana migratorio a través del Programa Bracero, que traía trabajadores mexicanos a este país.
La madre de Lara nació en la región occidental mexicana de Michoacán, conocida por sus impresionantes costas y catedrales coloniales. Ella también, una de cinco hermanos, apenas llegó a ir a la escuela. María Alicia más tarde conoció a su esposo en Tijuana. Ya vivía y trabajaba en los Estados Unidos. Estuvieron saliendo durante aproximadamente un año, luego se casaron y se mudaron a una zona rural al noreste de San Diego, donde criaron a sus dos hijas.
“Crecimos en una montaña”, dijo Lara. “Teníamos un gran jardín en nuestro patio trasero. Teníamos manzanos. Mi papá era cazador. Me enseñó a usar pistolas de balines. También teníamos pollos”.
A Lara le encantaba al perro del vecino, Muddy. Pero a Muddy le encantaban los pollos, y cuando atacó a uno, Lara entró tranquilamente, agarró aguja e hilo, e hizo todo lo posible para coser las heridas del pollo. Para ella, era algo natural.
“Veía muchos programas sobre la naturaleza”.
Pero otros se maravillaron de que no fuera lo más mínimo aprensiva, y en cambio, estuviera fascinada con la anatomía de los pollos.
“Fue entonces cuando mi familia supo que algún día iba a ser médico”, dijo Lara.
A pesar de no tener ningún familiar que hubiera ido a la universidad, y mucho menos hiciera un posgrado, Lara llegó a estudiar medicina y más allá.
El día en que se graduó de la facultad de medicina en la Universidad de California en San Diego, donde también obtuvo su título universitario subgraduado, los padres de Lara estaban muy orgullosos.
“Mi papá era un hombre de pocas palabras”, dijo Lara, llorando mientras pensaba en su padre, que falleció en 2008. “En la cena de graduación, me miró y me dijo: ‘Eres la Dra. Lara. Siempre serás la Dra. Lara”.
La Dra. Abbey Lara es ahora neumóloga y médica de cuidados críticos en UCHealth University of Colorado Hospital. También es directora médica de UCHealth para la equidad en salud, una posición que los líderes crearon para mejorar la sensibilidad hacia los pacientes y el personal.
Lara también es profesora asociada en la Facultad de Medicina de la Universidad de Colorado en el Campus Médico de Anschutz. Lara cuenta con la Cátedra Marsico de Excelencia, una fundación que le da la libertad de apoyar a los médicos e investigadores jóvenes que están ampliando el conocimiento de los problemas pulmonares y respiratorios.
Cuando Lara reflexiona sobre su ascensión desde aquellos campos de algodón a los pasillos de la educación superior y sus roles de liderazgo en un centro médico académico de primer nivel, está orgullosa y agradecida.
“Soy, literalmente, el vivo retrato del sueño americano”.
A lo largo de la pandemia, Lara ha desempeñado un papel clave en el cuidado de pacientes en estado crítico en las unidades de cuidados intensivos (ICU) de COVID-19. Durante la primavera de 2020, cuando los médicos y enfermeras sabían muy poco del nuevo coronavirus y había escasas terapias para tratar a los pacientes enfermos, Lara y sus colegas tuvieron que marchar sin miedo y hacer todo lo posible para mantener vivos a los pacientes. Cada día, cuando Lara estudiaba a las personas a su cargo, no podía evitar notar que un número desproporcionado de ellos eran negros o hispanos, incluidos los trabajadores que tenían el tipo de trabajos que no les permitía aislarse en casa.
“Fue sorprendente cuántos de mis pacientes podrían haber sido miembros de mi propia familia”, dijo Lara.
A Lara, su compasión por las personas de todos los orígenes, le aporta una sensibilidad y talento excepcionales en su trabajo.
“Es un ser humano extraordinario”, dijo la doctora Rita Lee, amiga y colega de UCHealth, que era la principal residente de Lara cuando las mujeres se formaban en la Clínica Cleveland a principios de la década de 2000.
“Estuve con ella la primera vez que un paciente falleció”, dijo Lee. “Fue muy emotivo y desafiante. Fue realmente conmovedor ver cuán profundamente se preocupaba por sus pacientes”.
“Ella siempre está pensando en otras personas y cuáles podrían ser sus perspectivas”.
Un aspecto central de la vida y el trabajo de Lara son sus raíces mexicanas y su humilde crianza.
En una montaña de California, el sueño de una niña tomó forma
Las manzanas y las oportunidades económicas llevaron al padre de Lara a California a los 19 años. Luego, la ayuda de una jefa amable lo llevó a una nueva carrera y un espejo gigante, un giro ideal para un joven procedente de El Espejo.
El padre de Lara estaba trabajando en un huerto en la montaña Palomar.
“La dueña era Doris Bailey. Le cayó bien mi papá y le dijo: ”Eres tan brillante y hábil
con las manos. Es un desperdicio que estés trabajando en los campos”.
Bailey presentó a José a los gerentes del famoso Observatorio Palomar de Caltech, ubicado en la cima de la montaña. Contaba con el Telescopio Hale de 200 pulgadas, el más grande y potente del mundo en su momento.
José se convirtió en gerente de mantenimiento en la instalación y fue la única persona en la que se confió para lavar a mano el costoso espejo gigante que alimentaba el telescopio y hacía posible la exploración espacial.
“Fue una fuente de orgullo que a esta persona que no tenía educación formal se le confiara este trabajo”, dijo Lara.
Un compañero de trabajo sueco también tomó a José bajo su protección y le enseñó inglés. Como resultado, el padre de Lara hablaba su idioma adoptado con una entonación graciosa.
“Siempre hablaba inglés con acento sueco”, dijo Lara.
Su madre solo hablaba español cuando llegó a los Estados Unidos, pero aprendió inglés con el tiempo e insistió en que sus hijas se asimilaran.
Audacia y una poderosa ética de trabajo familiar
Abbey siempre fue intrépida, dijo su madre, María, que ahora tiene 74 años.
Agarraba con serpientes y ratones muertos. A veces, los diseccionaba.
“Vamos a ver el corazón”, le decía emocionada a su madre.
La vida era buena en Palomar Mountain.
“Era un lugar muy bonito para vivir, pero también solitario a veces”, dijo María.
Casi nadie hablaba español, por lo que María trató de aprender inglés y asumió un trabajo adicional para ayudar a mantener a la familia.
“Quería mejorar, demostrar que podía hacer algo. Empecé a bordar”, dijo María.
Fabricaba y vendía suéteres, trabajaba como cocinera en un monasterio. Más tarde obtuvo su GED y una certificación como asistente de salud en el hogar.
Un médico de familia local inspiró los sueños de Lara
Junto con su familia, un médico rural tuvo una profunda influencia en Lara.
“El médico de familia que nos cuidaba a todos fue una persona increíble. Al Dr. Warren Jacobs le encantaba ser médico. Y él fue la razón por la que quería dedicarme a la medicina familiar”, dijo Lara.
Entre coser pollos y encontrar un mentor en su comunidad, Lara hizo una predicción temprana sobre su carrera.
“Tenía unos 6 ó 7 años y estábamos pasando cerca de La Jolla”, dijo Lara.
Vio los edificios de la Universidad de California en San Diego (UCSD) e hizo un pronunciamiento audaz desde el asiento trasero del automóvil.
“Allí iré a la universidad. Seré médico”.
Sus padres apoyaron sus ambiciones al cambiar a Lara a los 12 años de una pequeña escuela en Palomar Mountain a escuelas intermedias y secundarias más grandes en Escondido, cerca de San Diego. Allí, Lara tuvo más oportunidades, destacó en lo académico y jugó baloncesto y sóftbol.
La hermana mayor de Lara, Lucy, a veces la ayudaba con la tarea. Los maestros también contribuían con su ayuda.
Puesto que apenas habían ido a la escuela, los padres de Lara no pudieron ayudar mucho en lo académico, pero daban un gran valor a los logros de las niñas.
María recuerda haber llevado la boleta de calificaciones de Abbey a la escuela y preguntar a los maestros si su hija estaba tomando las clases adecuadas para llegar a la universidad y más allá.
“No teníamos ninguna educación formal en absoluto. Mi madre nunca aprendió a escribir “, dijo María, llorando al recordar las luchas de la familia.
“Siempre animamos a las niñas a aprender. No queríamos que fuera tan duro para ellas como lo fue para nosotros”.
Los sueños de la infancia de Lara se hicieron realidad cuando la aceptaron en UCSD. Para ahorrar, iba y venía al campus. Se especializó en microbiología y psicología con doble concentración en neurociencia y filosofía.
Hubo momentos en que Lara dudaba que llegara a entrar en la escuela de medicina. Cuando las preocupaciones la abrumaban, sus padres le hicieron un gran regalo.
“Estaba cuestionando mi potencial y capacidad y me dijeron: ‘Entonces, ¿qué es lo peor que va a pasar si no lo haces? ‘Seguirás siendo nuestra hija’. Aliviaron la presión que me estaba imponiendo y lo hicieron bien”, dijo Lara.
El enfoque de sus padres fue simple y dulce: “Nos dieron mucho amor”.
Por supuesto, Lara entró a la escuela de medicina. Cuando se graduó, su madre compartió la noticia con su antiguo médico de familia. Para entonces Jacobs estaba retirado, pero saludó con orgullo a Lara. Nunca había olvidado a la niña de ojos grandes y coletas negras oscuras que siempre le decía que seguiría sus pasos.
El talento de ser la persona más tranquila de la sala
Junto con la medicina familiar, Lara también exploró especialidades, incluyendo cardiología y enfermedades infecciosas. Encontró modelos a seguir en mujeres intensas y dedicadas.
“Quería ser como ellas, cuidar a pacientes con situaciones complejas”, dijo Lara.
Finalmente encontró su vocación en la medicina pulmonar y de cuidados críticos. Su personalidad era una combinación perfecta para entornos de mucho estrés.
“Hay que ser capaz de calmar las aguas”, dijo Lara.
Le encantaban las unidades de cuidados intensivos (ICU, por sus siglas en inglés), donde enfermeras y médicos trabajan juntos.
Por supuesto, nunca imaginó que tendría que poner sus habilidades a trabajar durante la peor pandemia mundial en más de un siglo.
“La medicina es una carrera estresante. Pero se me da bien ser la más tranquila de la sala y liderar un equipo”, dijo. “Lo que más importa son los pacientes. Tienen que ponerse en manos de completos extraños”.
Por supuesto, Lara tuvo que comunicarse con muchos familiares cuyos seres queridos murieron de COVID-19.
Afortunadamente, ella había aprendido años antes cómo brindar consuelo.
Cuando la Dra. Lee era su jefa de residentes en Cleveland, Lara recuerda haberse sentido completamente impotente cuando se enfrentó por primera vez con la muerte de un paciente.
“No sé qué hacer”, le dijo Lara a Lee.
“Esto es lo que se hace: nos quedamos aquí con el paciente y la familia”, le dijo Lee.
“Trabajar en la ICU es una descarga de adrenalina”, dijo Lara. “También me di cuenta de que uno de los aspectos más importantes del trabajo es compartir mis emociones y apoyar a los pacientes para que tengan una muerte digna”.
Fácilmente se le caen las lágrimas con pacientes y familiares por igual. Tal vez estas experiencias la prepararon para lidiar con las penas de su propia familia unos años más tarde.
Una triste lección personal sobre la atención que todos los pacientes merecen
Lara era una joven doctora becaria en Denver en 2008 cuando recibió una llamada de que su padre tenía cáncer.
La noticia fue absolutamente desgarradora. Lara inmediatamente corrió a casa para ayudar.
Mientras su padre estaba hospitalizado, su médico se negó a hablar con Lara.
“La experiencia de que el médico de mi padre se negara a hablar conmigo fue traumática y educativa, ya que condicionó cómo actúo con mis pacientes y familias hoy”, dijo Lara.
Le tocó a Lara explicar las difíciles decisiones a las que se enfrentaba su padre.
“Le dije que si su corazón se detenía o no podía respirar por sí mismo, podían ponerlo en soporte vital”, dijo Lara.
“Me dijo ‘no’, me dijo: ‘No importa, mija. Está bien.
Dos meses después de recibir su diagnóstico, el padre de Lara falleció.
Una ‘morena’ orgullosa
Lara sabe que su padre merecía que lo trataran mejor. Así como también otros pacientes que no hablan inglés o que son de color. Cuando era niña, Lara tenía el apodo de “Morena”.
Está profundamente orgullosa de su herencia: como mujer morena, como estudiante universitaria y de medicina de primera generación, como mexicoamericana y probablemente, como persona con raíces indígenas.
En su papel como directora médica de UCHealth para la equidad en la salud, está deseando facilitar las cosas tanto para pacientes heterogéneos como para los miembros del personal.
“Necesitamos mejorar las cosas para las personas de color y aquellos que no tienen acceso a la atención médica. Veo el acceso a la atención médica como un derecho, no como un privilegio”, dijo Lara.
Con sus logros y antecedentes, siente el orgullo y el deber de facilitar el camino para los demás.
Si bien sus padres tuvieron grandes oportunidades, también afrontaron desafíos como inmigrantes e hispanohablantes.
“No había nadie que se pareciera a nosotros en la montaña. Sé que hubo prejuicios, algún elemento de racismo”, dijo Lara. “Parte de la razón por la que nuestros padres querían que mi hermana y yo habláramos inglés era que habían experimentado racismo. No querían que pasáramos por eso”.
Lara se complace de que grandes instituciones, como UCHealth, estén haciendo más para promover la diversidad, equidad e inclusión.
“Estamos trabajando para mejorar el acceso a la atención y afrontar las brechas tecnológicas”, dijo Lara. “Pienso en cada paciente. No son solo personas negras o morenas: Son los refugiados. Son las personas que viven en áreas rurales o aquellas con un conocimiento limitado de la atención médica. Tampoco traducimos la jerga médica de manera que todos puedan entender”.
Junto con el acceso a la atención médica, Lara dijo que todas las personas merecen “excelencia en la atención al paciente”.
Desde hace mucho tiempo se sabe que las personas de color o las de entornos socioeconómicos más bajos tienen tasas más altas de enfermad a y peor estado de salud en general.
Lara lucha por rastrear mejor los datos y mejorar la vida de todos los pacientes.
“A las familias hispanas les encanta reunirse: el lenguaje del amor es cocinar para los demás”
Entre las actividades favoritas de Lara fuera del trabajo está cocinar para otros.
“A las familias hispanas les encanta reunirse. Nuestro lenguaje del amor es cocinar mucho”, dijo Lara.
“Mi plato favorito de hacer es el chile verde”.
Su receta y técnica son muy especiales porque utiliza el molcajete de su abuela Abbey, un mortero tradicional mexicano.
“La base es el tomatillo. Ponía jalapeños y serranos, mucho cilantro y ahora que vivo en Colorado, incorporo chiles verdes Pueblo”, dijo Lara.
En honor a su herencia mexicana, le encanta usar sal marina maya.
Lara también se está aficionando a las prácticas indígenas tradicionales.
Ella y su esposo, Jody Martínez, son ávidos cazadores. Lara caza con un arco, lo que significa que debe seguir de cerca de un animal antes de que esté lo suficientemente próximo como para disparar con su arco. Ella y Jody siempre consumen toda la carne de los viajes de caza en que les va bien.
“No vamos a matar nada que no podamos comer”, dijo Lara.
Una habilidad más nueva que está aprendiendo se llama cuentas huicholes. Es una antigua tradición indígena mexicana.
“A medida que he crecido, quiero aprender más sobre mis tradiciones y cultura. Me mantiene con los pies en la tierra”, dijo Lara.
Ella usa una púa de puercoespín y la sumerge en cera de pino o abeja, luego decora cuencos y otros objetos para hacer creaciones coloridas.
“El tiro con arco, la cocina y el trabajo de cuentas son formas de recordar quién soy”, dijo Lara. “Estoy orgullosa de mi herencia. Estoy orgullosa de mi cultura”.
Esta historia fue publicada originalmente en inglés.